Periodista

Pedro de Llano

‘Bocelo’ nació el 1 de diciembre de 1918 en La Coruña, hijo de Ramón de Llano, un cubano de origen gallego que dirigió una casa de publicidad y fue secretario general del Deportivo de La Coruña, y de Gloria López, una asturiana hija de un guardia civil republicano. Casado con María Josefa Cabado, tuvo dos hijos, Pedro y María Gloria. Su carrera periodística duró 43 años.

Primeros años

Su juventud

LA VOZ DE GALICIA EL CORAZÓN DE SU CARRERA

Cuando empezó la guerra civil en España, Pedro de  Llano tenía 17 años, estaba afiliado a las juventudes socialistas y poseía doble nacionalidad: española y cubana. Tuvo la fortuna de que su condición de medio extranjero lo eximió de ser reclutado. Durante la guerra se quedó en La Coruña, guarecido entre la casa de sus padres y el campo del Deportivo, con el que jugó partidos amistosos con la competición suspendida por el conflicto. Su fuerte, lo repitió hasta el final de sus días, era el remate de cabeza.

Inicios

ENTRE LA GUERRA Y EL DEPORTE

El 8 de septiembre de 1937 comenzó a trabajar de taquígrafo en un diario local, La Voz de Galicia. Poco a poco se fue integrando en la redacción. Al principio recogía los partes de guerra. Luego, en aquel periódico de circunstancias, el taquígrafo empezó a hacer también notas de información deportiva y local. Cuando acabó la guerra, con 19 años, ya era jefe de la sección de Deportes.

Redactor Jefe

EMPIEZA EL CAMBIO

En 1945 fue destituido el director, Jesús Huarte, un hombre de firmes ideas fascistas, y el presidente del Consejo de Administración, Emilio Rey, le ofreció su puesto a De Llano, pero el Ministerio de Información lo vetó por su condición de hombre no adepto al régimen. La solución que tomó el diario fue nombrarlo redactor-jefe y darle toda la responsabilidad operativa. Huarte fue remplazado por Barbeito Herrera, que sólo haría el papel de director oficial. A partir de entonces, De Llano emprendió la transformación de La Voz en un vivo diario de provincia. Su enfoque periodístico, que privilegiaba el reportaje de calle, le fue dando más frescura a La Voz de Galicia. Y él empezó a escribir una columna titulada ‘Buenos días’.

El taquígrafo empezó a hacer también notas de información deportiva y local.

Cuando acabó la guerra, con 19 años, ya era jefe de la sección de Deportes.

Periodismo

El Mapa

PROBLEMAS POLÍTICOS

En 1947 lo expedientaron e interrogaron por la publicación de un mapa de la Europa de la posguerra que indicaba las respectivas áreas ocupadas por los aliados y por la Unión Soviética. Le pusieron una sanción de seis meses de empleo. La falta: “Publicación de un mapa político infundado”.

Por entonces hubo un nuevo cambio en la dirección oficial. Barbeito Herrera fue sustituido. Aunque era amigo de la infancia de Francisco Franco, su verborrea pública (que incluyó difundir la especie de que el caudillo pescaba gaviotas con caña y anzuelo) hizo aconsejable apartarlo de su puesto de representación del diario.

En lugar de Herrera llegó a la dirección Antonio Álvarez Solís, que ya había sido director de La Voz al final de la guerra. Álvarez Solís recuperó una vieja sección del periódico titulada ‘De sol a sol’ y De Llano continuó de responsable del ‘Buenos Días’, con el seudónimo de Ledoño, hasta que en noviembre de 1949 murió Álvarez Solís. Entonces, Emilio Rey, que seguía proponiendo sin éxito a De Llano como director, le pidió que pasara a encargarse del ‘De sol a sol’.

Columnista

SURGE BOCELO

“Mañana publica usted su primer ‘De sol a sol”, le dijo. No le dio ni 48 horas. De Llano tenía que inventarse un alias inmediatamente. Se acordó de los meses que pasó descansando en el pueblo de su mujer, Sobrado dos Monxes (pueblo de curas y de quesos de tetilla), cuando lo sancionaron sin empleo y sueldo por el ‘mapa rojo’ y, pensando en aquel tiempo, se le vino a la cabeza el monte que siempre miraba desde la ventana de casa de sus suegros: el monte Bocelo.

Fue ahí cuando se puso su seudónimo definitivo, Bocelo, indesligable desde entonces del cada vez más popular 'De sol a sol'. Los tres años siguientes continuó como director de facto, hasta que el 12 de enero de 1952 el periódico consiguió que le diesen permiso para nombralo director oficial de La Voz de Galicia.

De Llano se marcó el objetivo de renovar el periódico con un criterio informativo más definido. La tirada era de 12.000 ejemplares y los pocos recursos del diario consistían en un equipo de ocho redactores y una vieja tecnología. ​

La columna fue su punto de batalla para aportar una mirada humanista a la realidad cicatera del franquismo. De Llano daba a sus lectores motivos de reflexión universales, tan universales que algunos se podrían publicar hoy mismo. Como el que tituló ‘Emigrantes’, una defensa del derecho «moral» de emigrar en la que, aludiendo a los portugueses que por aquel tiempo intentaban llegar a Francia en barcas, denuncia «el cuadro dolorosísimo, impresionante, que acaba ofreciendo todo país que pone trabas a la emigración».

Haciendo un guiño de humor, como siempre hacía en sus artículos para sacar al menos una sonrisa de la penuria, Bocelo imagina a los emigrantes portugueses sopesando un plan de navegación efectivo: «Subiendo al Norte y torciendo a la derecha, llegaríamos a Francia…»

Seguir su columna es seguir su vida. Sus preocupaciones, sus ideas. Y también es seguir la vida de Galicia, de sus rutinas y de su lenta evolución en el tempo lento de la dictadura. ‘De sol a sol’ es una crónica coral de una época que se fue escribiendo día a día. Personajes, situaciones y temas se suceden en cadena retratando a un país. Siempre con su fórmula. Realidad y humor, humor y realidad, muy cruda realidad.

'De sol a sol' es el desfile de aquella España. "Parece ser que la moda en Madrid, entre algunos industriales, es obsequiar a los hijos de sus obreros con lujosos trajes cuando van a comulgar por primera vez", comenta en uno.

En otros habla de la persistente tradición del luto femenino; del silencio de un vendedor de guadañas; de la orquesta de saxos y trompetas que retiró al gaiteiro de Vilariño; de paisanos tan machistas que para preguntarle a otro si le dejaba bailar con una chica decían, «¿Cédesme o lote?»; de la tasca como ágora alicorada que disolvía las clases sociales; del día en que un defensa bilbaíno trató de frenar casi a mordiscos a Kubala y del día en que Di Stéfano empezó una entrevista con un reportero coruñés con un amable «Los periodistas no hacen más que molestar»; de la moda de los avistamientos de platillos volantes y del «desdén que manifiestan hacia Coruña», pues allí no se alcanzó a ver nave de marcianos alguna hasta que, pasados un par de años de la explosión mundial del fenómeno, «un coruñés vio elevarse uno en la carretera de Santiago. Era mayor que el kiosko de la Plaza de Orense y despedía una cegadora luz plateada».

Sin salirse de su humilde función de periodista -informar y, de ser posible, amenizar algo el desayuno al lector-, en sus columnas hay rasgos que recuerdan al realismo mágico de Álvaro Cunqueiro o a la escuela de culto al absurdo que tan bien germinó con los nutrientes de la irrisoria gravedad de la sociedad del franquismo, con ejemplares como el cómico Miguel Gila o el cineasta García Berlanga. En sus comentarios cotidianos translucía la existencia de un país, con sus cosas buenas y malas, sus mezquindades, su ternura, su optimismo dentro del oscurantismo. La Galicia de Bocelo, la España de Bocelo, podría resumirse como él resumió la entrañable naturaleza del Biscúter, aquel microcoche en el que los de su tiempo vieron los primeros fulgores del futuro. «Una pequeña y horrorosa lata de sardinas», escribió el periodista, «en la que todo parece tener lugar».

De Sol a Sol

Heredada por Bocelo se convirtió en la sección más popular del periódico. Escrito con un lenguaje sencillo y directo, con claridad literaria. La solidaridad social y la defensa de los intereses de la ciudad fueron máximas de su columnismo. También la crítica más o menos directa del poder de la dictadura, a través del recurso de la ironía o dando cobertura a temas de la actualidad mundial que funcionaban como referencia implícita a los temas vetados por el franquismo: democracia, pena de muerte, racismo y segregación social, golpes de estado, Guerra Fría…

Años dorados

1957 - 1960
+ La Voz cumple 75 años

La Voz de los cincuenta fue un periódico en transición. Nuevas secciones, reportajes y la recuperación de la cobertura cultural marcaron esa etapa, en la que el joven Eugenio Pontón se acabó convirtiendo en su mano derecha. De Llano incorporó firmas como Wenceslao Fernández Flórez, Augusto Assía, Walter Lippman y sus amigos Luis Caparrós y Álvaro Cunqueiro.

En 1957 el periódico cumplió 75 años. Para celebrarlo se hizo un número extra en el que se enfatizaba su papel como motor de Coruña. Fernández Flórez relataba en un artículo cómo «nadie estaba perfectamente muerto si su esquela no se había publicado en sus planas», o cómo «aquellos que tenían un hijo habrían perdido gran parte de sus apuros y de sus esfuerzos si La Voz no daba la noticia en sus Ecos de sociedad».

Llegado este punto, la difusión del diario aumentó y comenzó una nueva fase de desarrollo. La redacción se seguía renovando. De Llano decidió ampliar la atención al fotoperiodismo, dándole ese cometido a su querido Alberto Martí. Entrados los sesenta, sus colaboradores más cercanos en la redacción fueron dos redactores jóvenes, Eugenio Pontón y Enrique Arce, que acompañarían a Bocelo en su siguiente proyecto cuando llegase la hora de que dejase el periódico de su vida.

+ En la Habana con Fidel

A finales de los cincuenta el director dedicó mucha atención en el periódico a la evolución del movimiento revolucionario de Cuba. Tenía un inmejorable informador: su amigo Jorge Mañach, catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad de la Habana y biógrafo de José Martí. Mañach vivía exiliado en España. Dos años después, en el verano de 1959, fue quien ya en La Habana le presentó a Fidel Castro, lo que dio lugar a una entrevista histórica para La Voz de Galicia.

Fidel lo citó en el Instituto Nacional de Reforma Agraria. A De Llano lo acompañaban el director de ‘Voluntad’ de Gijón, un fotógrafo madrileño y una periodista cubana hija de coruñeses. Los hizo esperar un par de horas. Una secretaría salía y decía: «El doctor Castro ya sabe que están ustedes aquí. Les ruega un poquito de paciencia, pues está despachando algo muy importante». «El doctor Castro les ruega que lo perdonen un instante. Está almorzando en su despacho». Cuando entraron, el periodista tomó nota: «Descubrimos a Fidel, de pie tras una mesa muy pequeña y bastante desordenada. Viste uniforme, camisa simplemente, en la cual no descubro más distintivo jerárquico que una estrella en los hombros. Su barba, rubia, no es muy grande. Y en medio se abre constantemente una sonrisa noble, casi infantil, de esas que reflejan personalidad».

Castro parecía fatigado. Empiezan hablando de su rutina de sueño. «Unas cuatro horas diarias». El periodista le pregunta cuánto cree que durará esa dinámica. «A este ritmo, supongo que un año más». «Después, tres o cuatro años todavía. Para entonces espero que estarán consolidados nuestros primeros pasos en la tarea revolucionaria, y entonces veremos lo que el pueblo opina».

Nada más empezar la entrevista se toca el punto caliente y De Llano incide. –¿Serán entonces las elecciones? –Quizá –le responde lacónico Fidel. –Se le ha criticado eso –insiste el reportero–. Al parecer, se estima en algunos sectores como una actitud antidemocrática. –Ya lo sé. Supongo que tratan de entorpecer así nuestra tarea obligándonos a desviar nuestra atención, pero no ocurrirá –concluye el comandante.

El 2 de agosto de 1959, La Voz publica la entrevista. Para evitar la atención de la censura, el director opta por no poner llamada alguna en la portada. Dentro venía el cargamento informativo. Una extensa plana con la foto del barbudo.

Cambios

60's
+ Los años sesenta

La Voz se consolidó como el periódico más influyente de Galicia. Fueron los años de la llegada de la sociedad de consumo y de la tímida reaparición de la oposición política al régimen. Bocelo decidió rejuvenecer el mensaje del periódico y darle más presencia a la cultura gallega y a su idioma. La información internacional siguió sirviéndole de coartada para darle peso a cuestiones políticas que de otro modo la censura hubiera vetado. La política de Kennedy –la Nueva Frontera–, los derechos civiles americanos, la lucha contra las dictaduras latinoamericanas, Vietnam o el Che Guevara le sirvieron de espejos para reflejar los problemas de la España de la dictadura.

+ Un elemento indeseado

En 1962 se cumplieron las bodas de plata de Bocelo con su periódico. Hasta entonces había escrito unos 3.000 artículos. Pero ese mismo año fue también un momento clave para su trayectoria periodística, porque entró a trabajar en la empresa el hijo y futuro sucesor del presidente del periódico, Santiago Rey. El veterano periodista pronto vio tras aquel joven actitudes opuestas a su concepción de la vida y del trabajo en equipo. Con el tiempo rompió con el periódico por eso. La entrada del hijo del presidente fue el principio del fin de su relación con La Voz de Galicia.

+ El fin de un sueño

En esa última etapa España comenzó a descubrir la sociedad de consumo: nuevas tecnologías, utilitarios, turismo, televisión, modas juveniles… La Voz, con Bocelo aún al mando, siguió apostando por la denuncia de las condiciones de vida de los sectores más necesitados y por apoyar, al borde de los límites censores de la Ley de Prensa, a una oposición democrática cada vez más presente, a los sindicalistas y al movimiento estudiantil, también asuntos frecuentes de su columna diaria.

Es el momento de máximo auge de la emigración de españoles hacia Europa. “En los primeros años sesenta», recordaba el columnista, «vivimos un autentico éxodo entre los jóvenes de nuestras aldeas. Para entonces el futuro estaba en el viejo continente o en ciudades españolas como Barcelona o Bilbao, llegando en 1963 a ser seiscientos mil gallegos los que trabajan fuera de su tierra. Los jóvenes habían llegado a la conclusión de que su futuro no estaba en una aldea que los condenaba a vivir en la Edad Media”.

El campo gallego se vaciaba y su fuerza de trabajo era explotada en otros lugares, a veces urbes locales pero por lo general en otras regiones de España o en el extranjero. «Lo que desean los emigrantes», pensaba De Llano en un artículo, «es adquirir un piso en la ciudad donde trabajan para quedarse allí. Y la tierra se sigue despoblando y desvalorizando. Galicia crece y eleva su nivel de vida… pero en Bilbao o en Europa».

Y al mismo tiempo que la gente se marchaba, se iba asomando la modernización. Esta combinación de dinámicas, por supuesto, producía paradojas descacharrantes que a Bocelo le encantaban y le permitían exponer con humor crítico las flaquezas de su sociedad. La España de los sesenta seguía siendo inculta, primitiva, artesanal, tramposa y chapucera. Él le va contando a sus lectores esos cambios y sus contrastes, el aluvión de cosas nuevas que entraron en la vida de los españoles transformando de forma abrupta su panorama cotidiano. La nevera, las escasas televisiones que iban apareciendo como milagros benditos, las estufas, los calentadores eléctricos, la Coca-Cola, las cafeterías, los coches utilitarios, la publicidad, los saldos. El consumo.

Se empieza a hablar del Milagro Español, pero a Bocelo le sigue dando la risa con su país. Igual que da espacio a las tendencias más esperanzadoras, como la cultura juvenil, se deleita con episodios como el de un día en que una señora mayor, mirando en un café un televisor lleno de interferencias, exclamó alarmada: «¡Cómo chove en Santiago!»; o cómo en el pueblo de su mujer, Sobrado, niños, adultos y ancianos se apretaban en la taberna de O Americano, un emigrante que volvió, para observar la tele en un silencio que sólo se rompía cuando alguno de los espectadores se dirigía al aparato para dar algún consejo concreto a los que estaban dentro de la pantalla.

Un nuevo reto

Después de La Voz, recibió una oferta de Editorial Católica para llevar el otro periódico de La Coruña. El Ideal Gallego. Era un diario en crisis y las diferencias ideológicas de Bocelo con la empresa, propiedad de la Iglesia, eran evidentes. Pero aceptó. Aunque era un agnóstico convencido, le interesaban las corrientes cristianas progresistas y estaba dispuesto a hacer frente  a la censura

En el periódico de la iglesia

CONTRA LA CORRIENTE

En junio de 1968 empezó su nueva andadura. Lo acompañaron sus dos leales colaboradores Pontón y Arce. Al entrar, El Ideal Gallego le impuso un subdirector para controlarlo, Raúl Solla. Pero Solla no tardó en entusiasmarse con Bocelo y, en vez de un fiscalizador, acabó siendo su compañero de faena. A la conservadora redacción que heredó, incorporó algunos jóvenes identificados con su enfoque: buena información y amenidad. Las limitaciones se superaban con imaginación y trabajo. Los redactores eran multiusos: cada uno un cronista, cada uno un columnista. Y el director, igual que los demás, iba allá dónde había algo que contar. Los ejes temáticos: información local y deportiva, portadas con temas globales que una vez más le servían a Bocelo como vectores editoriales indirectos, y sucesos. Pero sucesos tratados como espejos críticos de una sociedad. Entró a El Ideal, dentro de lo posible, una corriente joven y progresista.

Una primera plana, la del domingo 25 de octubre de 1970, funciona como síntesis de lo que hizo rápidamente Bocelo con el periódico de la Iglesia.

A cinco columnas, un titular que era una celebración: ‘Allende, nuevo presidente de Chile’. Una apuesta anormal en un periódico del clero y con el franquismo todavía bien asentado sobre sus reales. Para De Llano, el chileno era la esperanza de un nuevo camino hacia la justicia social en Latinoamérica sin necesidad de proseguir la inacabable ola de sangre. Una semana después de darle ese espacio a los resultados en Chile, escribe: «Tal vez pronto sea imposible seguir gobernando al margen de los pueblos explotados y así desaparecerá también la tragedia que suponen las alternativas políticas armadas; porque lo más sorprendente, por inesperado, de estas elecciones está en la instauración democrática de la izquierda radical».

Esa portada, además, realza otra noticia que en comparación con el triunfo de Allende sería una minucia, una anécdota turbia de pueblo, pero que según el criterio de Bocelo es igual de importante periodísticamente: ‘El crimen de Folgoso’, y al lado una foto de la niña María Mourelle, que apareció degollada junto a un camino rural. 

La muerte de María hablaba de Galicia. Y servía para ponerles su tierra a sus lectores delante de las narices. Por eso envía a reportear a Arce, unos de sus mejores cronistas, y pone en portada el asesinato de la cría a la altura del cambio histórico de Chile.

El reportero regresa del terreno con un boceto de la cuestión: la Guardia Civil ha detenido a un zapatero, pero no hay pruebas claras contra él. Los paisanos refieren rumor tras rumor sin aportar ningún hecho preciso. Entonces, Bocelo se une a Arce en la siguiente pesquisa en el lugar y recogen más de lo mismo: a la niña le habían cortado el pescuezo a las siete de la tarde muy cerca de las casas de la aldea, pero nadie, ninguno sabía nada. «Quién sabe», le repiten. La Galicia silenciosa, parca, miedosa, enterrando para siempre un crimen salvaje.

«Todos saben lo mismo», concluye De Llano en su columna al volver de allí, «y yo, con saber mucho menos, sé lo suficiente. Que la niña asesinada, asesinada está. Que el autor no aparece por ningún lado y que si todo sigue así nunca se sabrá con certeza quién fue el criminal. Para los responsables de la investigación, la cosa no tiene duda. Pero una cosa es su opinión, y otra que pueda probarse sin que alguien los ayude…».

Los límites del Franquismo

CENSURA

En El Ideal Gallego, De Llano abre una nueva columna, ‘Día a día’, en la que sigue tocando temas internacionales y una variedad grande de asuntos locales: educación democrática, especulación, evasión de capitales, corrupción, los nervios de la vieja familia del poder franquista, el horizonte del Mercado Común, las reivindicaciones sindicales y estudiantiles, la iglesia progresista y sus curas obreros… Y, como es lógico, en la Editorial Católica nunca gustó ni un pelo su enfoque. El periódico mejoraba a un ritmo inesperado, pero los intereses de la empresa seguían siendo los mismos de siempre. La línea del nuevo director le producía escozores a sus patrones.

Bocelo cree que ha llegado el tiempo para periódicos abiertamente demócratas. Él es el primero en practicarlo con sus columnas. El 25 de febrero de 1969 escribe una titulada ‘La verdad’ en la que hace una defensa de la igualdad social. «Derechas e izquierdas es una clasificación anacrónica entre nosotros. La clasificación actual es mucho más clara: los que viviendo bien piensan en ellos solos, y los que viviendo bien, o mal, creen que es un imperativo de la justicia social -y moral- procurar que los que viven mal pasen a vivir mejor», dice. El Ministerio de Información respondió con su sencillo método: una cruz tachando todo y un «No». Nunca se publicó.

Un buen día llegó a Editorial Católica y al Ministerio un anónimo denunciando que en ‘El Ideal’ se recortaban los editoriales de la Editorial Católica suprimiendo los elogios a Franco. Bocelo tenía pruebas de que detrás de la carta estaba un enemigo reciente. La editorial opta por ponerle un adjunto para controlarlo. Pero él no lo acepta y presenta su dimisión el 6 de noviembre de 1971.

Adiós Lugo

En 1973, Bocelo emprende el último capítulo de su vida periodística: la dirección de El Progreso de Lugo, un pequeño periódico de provincia perfecto para la retirada de un enemigo natural de lo pretencioso. Entre las murallas de esa ciudad fría solo necesitó una bufanda, un grupito de buenos amigos y sus piernas torcidas para salir a charlar con la gente y seguir disfrutando del periodismo hasta el final.

Periodismo

El Progreso

FIN DE SU CARRERA Y FIN DE LA DICTADURA

Cuando termina en El Ideal, Bocelo recibe una oferta de EFE para irse de corresponsal a Colombia. Aunque siempre tuvo un interés especial por América Latina, no optó por lanzarse a esa aventura y se pasó una larga temporada de reposo.

Escribe una serie de cuentos firmados por V. Tenza en los que su protagonista, el comisario Canoura, resuelve casos policiales mientras va contando la vida de una ciudad de provincia. Uno de los cuentos gana un premio de la revista Gimlet de su admirado Manuel Vázquez Montalbán. Finalmente, le llega una oferta de El Progreso, el periódico de Lugo.

Para él no es tan importante el periódico como el periodismo en sí, que necesita como una droga. Sabe que las condiciones son más precarias aún que en El Ideal, pero asume el proyecto.

En enero de 1973 se instala en Lugo, donde dirigirá El Progreso hasta su jubilación, en 1979. La redacción es exigua. Bocelo se apoya en dos reporteros jóvenes, Juan Soto y Ernesto Sánchez Pombo, en el corresponsal en Madrid, José de Cora, y en un viejo escritor de cuentos de lobos, Ánxel Fole. Pese a todas las limitaciones, El Progreso se convirtió en un dinamizador de la modesta vida lucense.

Llega la democracia

SURGE BOCELO

En sus últimos años de periodismo, De Llano visita cada pueblo de la provincia, va a ferias y romerías, y sigue contando lo que ve con humor con la intención de hacerle la vida más llevadera a sus lectores y de facilitarles la comprensión de los ideales que les quiere transmitir.

En sus últimos años de periodismo, Bocelo y su equipo le cuentan a los lucenses los episodios finales del franquismo: la muerte de Carrero Blanco; la ejecución a garrote del anarquista Salvador Puig Antich; la decadencia del Movimiento Nacional y sus conatos de apertura; el nacimiento de la Junta Democrática -en la que participó en Lugo- y la muerte de Franco, a la que dedica una edición extraordinaria. La Transición política había llegado y los gallegos, como siempre, iban a la cola, con un mundo rural sin servicios cuya atención reivindica una y otra vez De Llano.

En El Progreso vive el Referéndum que pondrá punto final a la dictadura. Tras el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente vive la llegada de una amnistía esperada durante muchos años. Entonces, tres líderes de Comisiones Obreras paran en Lugo en su viaje de vuelta a casa para agradecerle su apoyo. Después, en las primeras elecciones democráticas conoce a políticos como Tierno Galván o Felipe González y narra la llegada del voto a la Galicia profunda.

El Progreso

FIN DE SU CARRERA Y FIN DE LA DICTADURA

Justo después de aprobada la Constitución, Bocelo se jubila. El periodista deja el oficio. Una carrera de cuatro décadas que abarcó toda una época de la historia de España. Un círculo que se abrió con el golpe de Estado de Francisco Franco y se cerró con la vuelta de la libertad política al caer el franquismo. Con la misión cumplida, Bocelo colgaba la pluma. De vuelta a Coruña, escribe una Historia del Deportivo de la Coruña y un ensayo sobre su maestro Wenceslao Fernández Flórez. En los años noventa, la Asociación de Periodistas de Galicia le concede el premio Diego Bernal como una de las figuras más representativas del periodismo gallego del siglo XX. Muere el 24 de septiembre de 1998, cuando se desvanecían también los últimos ejemplares de su mundo: cajistas, tipógrafos, linotipistas. Su tiempo se había acabado. Los Toshibas habían ocupado el sitio de su vieja Underwood.

Pedro de Llano López, Bocelo, dejó escritas a finales de los setenta, cuando se retiró, unas palabras sencillas que resumían su visión de la vida y de su oficio, que para él fueron la misma cosa:

"Para muchos puede parecer una simpleza sin valor alguno, pero para mí es maravilloso pensar que junto a otros muchos pude ayudar a solucionar pequeños problemas que la sociedad en su conjunto debería haber evitado: que una familia pudo emocionarse porque encontró dónde dormir; que un viejo pescador pudo ver sustituida la lancha que perdió en un temporal; que un mutilado anónimo pudo volver a moverse.

En el fondo de todo esto, que para muchos resulta insignificante, uno se siente sin embargo un tanto envanecido pensando que algo hizo. Mentiría si negase que en esa íntima vanidad encontré siempre una enorme satisfacción para mi compromiso con los desheredados de la fortuna, que no es mal premio. Así pues, de trabajo, de sacrificio, nada. Lo hice porque quise".

Premios

Premio Academia Galega das Letras, por el Estudio bio-bibliográfico y crítico de Andrés Martínez Salazar, 1946.

Premio Juegos Florales Latinoamericanos, 1948.

Wenceslao Fernández Flórez. El escritor y su obra. Ayuntamiento de La Coruña, 1985.

Premio Pérez Lugín de Periodismo, 1987

Real Club Deportivo de La Coruña. 82 años de historia. Ayuntamiento de La Coruña, 1989.

Premio de la Asociación de Periodista Gallegos, 1997.